JUAN DE URBIETA, 4 (Menéndez Pelayo)
Tel.91 433 64 99. Cocina caribeña.
Precio aprox. 30 €
En nuestro creciente entusiasmo por los gustos étnicos, la simpatía por lo oriental supera el interés por las cocinas en nuestro idioma. Cierto que la cocina mexicana va encontrando su lugar en taquerías o cantinas tex-mex. Verdad que la peruana despliega aliños y competitividad nikei. Pero no menos cierto que nos perdemos sabores de países con identidad y proximidad, quizás eludidos por su escaso glamour.
El Colmado es un lugar inesperado que impone la autenticidad y pulcritud del sabor caribeño. Sus inquilinos, los dominicanos María y Martín, abordaron hace un año la continuidad de una taberna tradicional, pero los parroquianos prefieren ahora la propuesta alternativa de sus platos más raciales. Se ha convertido en un lugar casi secreto, que mantiene un convencional menú del día (9, 50 €), pero donde se dispara la sabrosa intensidad del tamal relleno con gallo de corral, pasas y aceitunas negras, el perfume anisado de las arañas de yuca crujientes y la picadería de las bolitas de queso, el chicharrón, el picapollo con tostones o los quipes de trigo y ternera, herencia de a inmigración libanesa al Caribe. Hay mucho mundo en esta cocina de raíz afro-americana y procedimiento hispánico, dotada de producto infrecuente y sutil. Los guandules guisados con res, pescado o cangrejo, el arroz navideño que acompaña al ave más habitual del país, la Gallina de Guinea guisada en leche de coco, o las punzantes salsas criollas, garantizan pugnas y armonías en la boca.
El Colmado es un lugar inesperado que impone la autenticidad y pulcritud del sabor caribeño. Sus inquilinos, los dominicanos María y Martín, abordaron hace un año la continuidad de una taberna tradicional, pero los parroquianos prefieren ahora la propuesta alternativa de sus platos más raciales. Se ha convertido en un lugar casi secreto, que mantiene un convencional menú del día (9, 50 €), pero donde se dispara la sabrosa intensidad del tamal relleno con gallo de corral, pasas y aceitunas negras, el perfume anisado de las arañas de yuca crujientes y la picadería de las bolitas de queso, el chicharrón, el picapollo con tostones o los quipes de trigo y ternera, herencia de a inmigración libanesa al Caribe. Hay mucho mundo en esta cocina de raíz afro-americana y procedimiento hispánico, dotada de producto infrecuente y sutil. Los guandules guisados con res, pescado o cangrejo, el arroz navideño que acompaña al ave más habitual del país, la Gallina de Guinea guisada en leche de coco, o las punzantes salsas criollas, garantizan pugnas y armonías en la boca.
El ambiente. Con bar y peña taurina en la antesala, un ejemplo de las desconcertantes asimilaciones sociales matritenses.
La carta. Atención a la versión de los castizos huevos estrellados con jamón (15 €) sobre yuca y plátano crujiente.
El servicio. La explicación de los platos desde la amabilidad de María Durán, cocinera y dueña, añade deleite al ágape.
El vino. Te sorprenderá la calidad de la bodega con tintos Carménère chilenos o israelíes y Riesling alemanes.
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