Elegante recinto, excepcionalmente insonorizado, donde recrearse en la cocina italiana contemporánea.
SERRANO, 85 (Gregorio Marañón)
Cocina italiana. No cierra. Aparacacoches
Los restaurantes italianos, que son los más numerosos de Occidentes, suelen tener dos vertientes extremas: la popular y la sublime. Dirán que también los habrá intermedios pero ésos son los mediocres, que siempre es lo peor. Sobre el papel, su oferta es similar (pasta, caponata, risotto, scaloppa), por lo que no es fácil diferenciarlos a priori, salvo por el escenario, y no siempre. La exquisitez culinaria italiana reside en la sutileza y vigor de los que apuntan alto, y éste es uno de ellos.
Lástima que haya pasado por un comienzo bastante aparatoso. Es el lugar que precisaba Madrid para transmitir la sensibilidad de la cocina transalpina suprema. Las obras de Serrano se lo pusieron difícil al principio, y la deserción del más popular de sus promotores, Angelo de Salvo frenó su impulso inicial. Ahora supera la sustitución del chef Stefano Francine; todo ello en menos de seis meses. Mérito tiene que, en ese contexto, Adela Penedo, su directora asociada, haya logrado sostener la excelencia del propósito y acabe de incorporar, creciéndose ante la adversidad, a Marco Paddalucce, chef procedente de Le Calandre, el célebre relais&chateaux de Padova, en el Veneto, investido con tres estrellas Michelin. Y aunque la carta mantenga un Vitello tonatto singular, la acreditada fiore de zuchini, el risotto con ossobuco o la espectacular orecchiona o milanesa de ternera, ya se aprecian los signos audaces y solventes requeridos por una iniciativa exclusiva que se consolida.
El ambiente. El estudio barcelonés de Tony Espuch firma una decoración con obras de la galería Fernando Latorre.
La carta. Impecable filetto di manzo con foie-gras y trufa, el solomillo de carne roja a la Rossini, como garantía clásica.
El servicio. Alfredo Ribeiro despliega la comedida cordialidad y eficacia del estilo italiano cosmopolita.
El vino. Entre supremos barolos y brunello, un Antinori Peppoli de 2006 Chianti Classico (32 €), oportuno ante todo el ágape.
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